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LA VUELTA AL COLE PARA MUCHOS NIÑOS Y NIÑAS VICTIMAS DE EXPERIENCIAS DE ABANDONO EN EDADES TEMPRANAS

Un año más acabó el verano y niños y niñas vuelven a sus respectivos colegios, institutos o ikastolas. En muchas casas se acabó la tranquilidad de un verano sin presiones o angustias. Muchos y muchas adoptantes nos hablan de lo felices y relajados que viven sus hijos e hijas durante el verano sin las presiones de las tareas, las clases o los exámenes. También descansan y viven mejor sin tener que ser los mediadores obligados de un sistema educativo que no atiende a todas las necesidades de sus hijos e hijas, y especialmente las necesidades relacionales y emocionales, cuya satisfacción deja mucho que desear en no pocos casos.

Todavía son muchos los niños y niñas, víctimas de experiencias de abandono en edades tempranas, cuyas necesidades desconocidas o ninguneadas convierten su experiencia escolar en un infierno cotidiano. Niños y niñas con dificultades severas de atención, aprendizaje, contención emocional, concentración, organización, autonomía, motivación, relaciones sociales… van a volver a un sistema educativo que persigue que todos alcancen el mismo nivel óptimo de aprendizaje, con los mismos recursos y con los mismos medios…

Se les pide el mismo nivel de autonomía, la misma cota de atención y contención y que resuelvan asertivamente los conflictos con sus iguales sin provocar altercados. Con demasiada frecuencia tienen que afrontar situaciones de discriminación, racismo, xenofobia y bullying que son completamente invisibles a los ojos de muchos adultos y enseñantes. Hay colegios cuyos patios, comedores, pasillos, vestuarios, aulas y calles adyacentes son espacios peligrosos para muchos menores y donde la integridad emocional y física no está garantizada.

Pero a pesar de todo, en muchos casos también disfrutan de las relaciones con sus iguales a pesar de las dificultades y con frecuencia aprenden a sacarle partido y beneficio a estos bretes. Algunos se convierten en los payasetes, con frecuencia inoportunos, aunque la mayoría lo agradece, otros en vigilantes compulsivos de todo lo que sucede, hay quien ayuda a todos y se entrega en alma a las causas de los otros. Resulta curioso que para la práctica totalidad de nuestros niños y niñas lo más importante del colegio es la relación con los iguales, no los aprendizajes que se imparten.

Muchos de nuestros niños y niñas no pueden organizarse como los demás. Manejar una agenda, el material escolar, los cuadernos de diferentes asignaturas, la ropa de deporte, el estuche… todo esto puede ser un galimatías absoluto y el origen de un sinfín de reproches por parte del mundo adulto.

Nos podemos encontrar que, no tienen la misma autonomía y seguridad que tienen sus compañeros y compañeras. No pueden atender ni entender una explicación breve. Se pierden y se aburren y a duras penas saben lo que toca estudiar, o las tareas que hay que cumplimentar. Funcionan mucho mejor y de forma más productiva cuando tienen un adulto o incluso un igual a su lado, que de forma individual les acompaña a lo largo de los diferentes aprendizajes. A solas es prácticamente imposible y con alguien al lado también cuesta. Muchos colegios dicen y afirman no disponer de recursos para dar esta atención individualizada, pero imprescindible (apoyos, refuerzos, tutorías…) y la tarea de enseñar acaba siendo delegada en sus madres y padres. Adoptantes cuyo celo, compromiso y perseverancia parecen estar forjados a prueba de bomba. La posibilidad y probabilidad de que sus hijos e hijas acudan a su centro de enseñanza sin las tareas hechas es cercana al cero matemático absoluto. Sencillamente no pasa. Pero el coste y el desgaste a nivel familiar son enormes.

Muchas familias nos informan que sus hijos e hijas van al colegio y están “de cuerpo presente” sin enterarse ni empaparse de nada. Que los únicos espacios donde se les ve “con vida” es en el patio o cuando el aburrimiento y el buscar la atención y el cariño de los demás les lleva a ser disruptivos. Muchas madres, demasiadas madres nos dicen que son ellas las que han enseñado a sus hijos e hijas a leer, calcular y otras competencias y habilidades propias de la escuela… algunas incluso nos dicen que “todo lo que saben” sus vástagos lo aprendieron a su lado y en casa. “Me he hecho toda la primaria con mi hijo y ahora me planteo si hacer también la secundaria”.

Realizar las tareas escolares se convierte en un auténtico campo de batalla para muchas familias. Muchas de nuestras familias, duplican, triplican y cuadruplican el tiempo de dedicación a las tareas escolares en comparación con el resto. Las actividades extraescolares para complementar los vacíos están a la orden del día. El seguimiento de la agenda escolar convierte a muchas familias en perfectos servicios de inteligencia y espionaje. Saber lo que tu hijo o hija tiene de tarea exige más trabajo que cualquiera de las metroscopias electorales.

Luego viene la tarea de poner a estudiar, escribir, leer, pensar o calcular a nuestra querida tránsfuga u objetora escolar, que lo último que desea en su vida es hacer en casa lo que le aburre, frustra y no entiende del colegio. Muchas familias se dejan la piel y desgraciadamente también la convivencia familiar y todas sus rutinas se supeditan al cumplimiento de las tareas. Tareas de la familia fundamentales se relegan a un segundo plano y el clima de tensión, enfado y bronca marca muchas de las relaciones en casa. El sentimiento de frustración e insatisfacción vital de muchos menores es total.

Muchas familias consiguen que sus hijos e hijas vayan aprobando cursos con un coste muy elevado, pero hay enseñantes y comunidades escolares que critican esta actitud pues con ello consiguen tapar y maquillar las deficiencias del alumnado con dificultades. “¿Cómo vamos a detectar las dificultades si vemos que día tras día el alumno o la alumna trae las tareas perfectamente cumplimentadas?”. Con frecuencia se logra retrasar la detección de necesidades educativas especiales que deberían ser tratadas con Pedagogía Terapéutica, refuerzos y otros programas. Aunque no vamos a ocultar que hay enseñantes encantados y encantadas de que las familias hagan su tarea.

Durante la Primaria, satisfacer las demandas del colegio es algo que se puede conseguir con mucho esfuerzo y presionando al menor a conciencia. Pero son muchas las familias que en la Secundaria se ven incapaces de conseguir lo mismo. Los adolescentes ya no se dejan y tras el habitual batacazo del paso de Primaria a Secundaria, que para muchos y muchas es un salto al vacío empiezan los problemas de abandono, ruptura, y fracaso escolar.

Con frecuencia muchas familias se preguntan “¿para qué llevarles a un colegio, escuela o instituto que no hace su tarea o martiriza a mi hija?”. El “home school” y otras enseñanzas alternativas empiezan a tener sus simpatizantes. Los sistemas de diversificación, refuerzo, Pedagogía Terapéutica o proyectos alternativos (probadamente eficaces) con frecuencia no llegan a tiempo o no se implementan. Hay cierto tipo de alumnado que no interesa a algunos de nuestros colegios y comunidades educativas. No es conveniente hacerles sitio. “Bajan la media y el prestigio de la institución”.

Feliz comienzo de curso. La próxima entrega será sobre algunas experiencias positivas que también viven algunos de nuestras adolescentes “escolarmente fracasadas” también en este comienzo de curso tras años de oscuridad, conflictos y aburrimiento.

Bilbao a 4 de octubre de 2016

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